Del baúl de los recuerdos
GRACIAS, SASSO
El agradecimiento es patrimonio de gente bien nacida. N. de la R.
Hace cuatro años y medio que comencé a trabajar en el club donde lo hago actualmente, el “Caracas Theater Club”. Mi primer encuentro con el que iba a ser mi jefe de bar fue un sábado en que se celebraba un gran baile, y Sasso, (es a quien me refiero) me arrinconó en un extremo del mostrador, y aquel día apenas si pude lavar unos cuantos vasos, ya que la coctelera se la lavaba él mismo cada vez que la usaba. Aquella actitud de mi recién conocido jefe, me dejó un poco “amoscado”, ya que, en aquel momento, no me di cuenta que lo que pretendía al arrinconarme en un extremo del bar era que yo observara su estilo de trabajo, sus movimientos, su manera de caminar en el bar su modo de tomar las botellas y mover la coctelera. No lo recuerdo bien, pero creo que aquella noche, cuando terminó el trabajo, ni siquiera le di las buenas noches. Tan molesto me sentía por lo que consideré un menosprecio a mi ignorancia e inexperiencia.
Cuando en los días subsiguientes comenzó a “trabajarme” y me explicó por qué el primer día me había prohibido tocar nada, me avergoncé de mí mismo por haber juzgado tan mal y tan precipitadamente a mi jefe, ya que el sábado siguiente fue él quien se arrinconó en aquel famoso rincón del bar y me ordenó trabajar solo.
Supongo que aquel día la casa debió perder mucha plata con mis frecuentes “meteduras de pata”. Y mi sorpresa no tenia limites al ver que mis errores no eran corregidos con regaños o intemperancias, plenamente justificables; mas bien procuraba no advertirlos para no desanimarme estimulándome así a seguir adelante sin desmayos. Y aquel día comenzó mi gran afecto por él.
Sasso procuró siempre inculcarme su estilo y me ofreció muchos de sus conocimientos, que yo procuraba asimilar, Y los pisotones, los pellizcos, los regaños fuertes vinieron después, cuando él consideraba que yo podía trabajar mejor de lo que lo hacia. Desde ese entonces hasta hoy ha seguido con el mismo plan de enseñanza, ya que –repito- es su opinión que, a veces puedo trabajar mejor de lo que en ocasiones lo hago. Lo peor del caso es que, a menudo tiene razón.
Puedo asegurar que, cuando en el Segundo Certamen Nacional de Cocteleria –al que concurrí por insistencia suya- conseguí el quinto premio, Sasso vivió el éxito tanto como yo, puesto que aquel que había ganado ese quinto puesto Nacional, era el mismo que hace cuatro años y medio había comenzado de “mirón” con él. Ese quinto premio era un primer premio a sus esfuerzos y afanes por enseñarme esta bendita profesión que forma parte de su vida, y que, poco a poco, se está adueñando de la mía.
Yo no sé escribir artículos, y quizás por ello, estas líneas resulten un tanto insípidas; pero he querido rendir un homenaje a mi maestro, al que tanto debo, al que tanto me ha dado, pidiéndome tan poco. ¡¡Gracias Sasso!!
Joaquín Grau Santonja.
Este artículo fue publicado en la revista de la Asociación Venezolana de Barmen en el mes de Septiembre de 1961.